Cuando
hablamos de trabajo en equipo, generalmente sólo
alcanzamos a vislumbrar la parte superior del iceberg, es decir; nos
acordamos de/nos vienen a la cabeza una serie de equipos que
se constituyen y que coordinan sus acciones para obtener una serie de
resultados.
No
alcanzamos a conocer (y por consiguiente a reconocer) lo que
ocurre por debajo de la línea de flotación del iceberg: la
verdadera base que sustenta el iceberg y lo hace tan grande es lo que
no se puede ver a simple vista.
Rara
vez llegamos a identificar cómo han gestionado las personas que
conforman los equipos de trabajo los recursos para acceder al
conocimiento y a la información necesaria para alcanzar los
objetivos fijados y cómo han gestionado sus habilidades personales
en el desarrollo del proceso.
Normalmente,
en la parte del iceberg que no podemos contemplar, nos solemos
encontrar con:
- La construcción de las relaciones personales que se establecen entre las personas del equipo y que muchas veces son las que garantizan la consecución de los objetivos.
- La construcción de una conciencia compartida que finalmente hace traccionar al equipo hacia las metas fijadas.
- Las contribuciones directas e indirectas que han realizado las personas ajenas al equipo y las características de la relación (informal) que se mantiene con ellos.
- La capacidad de acceder a personas ajenas a la propia organización y la capacidad de hacer que éstas puedan realizar aportaciones puntuales en clave de excelencia al desarrollo del equipo.
(Adaptación libre de un post elaborado por Oscar Berg, con título similar)
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