viernes, 27 de abril de 2012

EL ICEBERG DE LA COLABORACIÓN.

La mayoría de las actividades que generan valor en una organización NO se encuentran a simple vista, están escondidas.

Cuando hablamos de trabajo en equipo, generalmente sólo alcanzamos a vislumbrar la parte superior del iceberg, es decir; nos acordamos de/nos vienen a la cabeza una serie de equipos que se constituyen y que coordinan sus acciones para obtener una serie de resultados.

No alcanzamos a conocer (y por consiguiente a reconocer) lo que ocurre por debajo de la línea de flotación del iceberg: la verdadera base que sustenta el iceberg y lo hace tan grande es lo que no se puede ver a simple vista.



Rara vez llegamos a identificar cómo han gestionado las personas que conforman los equipos de trabajo los recursos para acceder al conocimiento y a la información necesaria para alcanzar los objetivos fijados y cómo han gestionado sus habilidades personales en el desarrollo del proceso.

Normalmente, en la parte del iceberg que no podemos contemplar, nos solemos encontrar con:
  1. La construcción de las relaciones personales que se establecen entre las personas del equipo y que muchas veces son las que garantizan la consecución de los objetivos.
  2. La construcción de una conciencia compartida que finalmente hace traccionar al equipo hacia las metas fijadas.
  3. Las contribuciones directas e indirectas que han realizado las personas ajenas al equipo y las características de la relación (informal) que se mantiene con ellos.
  4. La capacidad de acceder a personas ajenas a la propia organización y la capacidad de hacer que éstas puedan realizar aportaciones puntuales en clave de excelencia al desarrollo del equipo.
Una organización que pretende fomentar el trabajo en equipo debe fijarse en la parte del iceberg que no se ve. Si se desea alcanzar la eficiencia, realizar tal esfuerzo se considera imprescindible.

(Adaptación libre de un post elaborado por Oscar Berg, con título similar)

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